La oración de Jesús
Qué es la Oración de Jesús
Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten
piedad de mí, que soy pecador.
La Oración de Jesús es una oración corta, repetida continuamente como parte de una práctica ascética personal. También conocida como la Oración del Corazón, es, para los ortodoxos orientales y los católicos orientales, una de las oraciones más profundas y místicas, siendo su uso parte integrante de la tradición eremítica de oración conocida como hesicasmo (del griego: hesychazo, "guardar silencio").
Los Padres Espirituales de esta tradición valoran especialmente la oración como método de apertura del corazón (kardias). La Oración del Corazón se considera la Oración Incesante que el Apóstol Pablo preconiza en el Nuevo Testamento. San Teófano el Recluso considera que la Oración de Jesús es más fuerte que todas las demás oraciones en virtud del poder del Santo Nombre.
La “Oración
de Jesús” es tanto una disciplina como una oración.
Como oración proclama nuestra fe en Dios y busca su misericordia por nuestra reconocida pecaminosidad.
Como disciplina, su práctica nos ayuda a controlar nuestra mente y sus numerosos pensamientos divagantes, para que podamos centrar nuestra atención en Dios cada vez más a menudo durante nuestra vida diaria.
El objetivo es llegar a ser uno con Dios y hacer de nuestra vida una continua oración y dedicados a actuar según la voluntad divina.
Numerosos Padres de la Iglesia nos dicen que la Oración de Jesús es “fundamental” para nuestro crecimiento espiritual, y que es tan antigua como la propia Iglesia.
La Oración de Jesús, más que ninguna otra, nos ayuda a “permanecer en la presencia de Dios”. Esto significa que nos ayuda a centrar nuestra mente exclusivamente en Dios sin que “ningún otro pensamiento” ocupe nuestra mente excepto el pensamiento de Dios. En este momento en que nuestra mente está totalmente centrada en Dios, descubrimos una relación muy personal y directa con Él.
Fundamentos
teológicos
La oración comienza con el nombre de nuestro Dios y Señor, Jesucristo. En el libro de los Hechos nos dicen:
“No hay
otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos”.
(Hechos 4:12)
El poder en
la oración proviene de nuestra proclamación del nombre del Señor. En su forma
más sencilla confesamos nuestra fe en Jesucristo como nuestro Dios y Señor.
Cómo practicar la oración de Jesús
Siéntate en silencio. Baja la cabeza, cierra los ojos, respira suavemente e imagina que miras dentro de tu propio corazón. Lleva tu mente, es decir, tus pensamientos, de tu cabeza a tu corazón. Observa tu respiración con calma, sin interferir, sin forzarla. Observa los movimientos naturales de inhalación y exhalación que produce tu corazón, y ahora añade a estos movimientos las palabras de la oración, así:
Al inhalar repite: “Señor Jesucristo,
Hijo de Dios”,
Al exhalar, repite: “ten piedad de mí, que soy pecador”.
Dígalo moviendo los labios suavemente, como un susurro, o simplemente dígalo en su mente. Intenta dejar de lado todos los demás pensamientos. Tómatelo con calma, ten paciencia y repite este ejercicio espiritual a diario.
Cualquiera puede practicar la Oración de Jesús. Se puede repetir en cualquier momento. Para empezar a hacer la Oración como parte de nuestra regla de oración diaria, debemos seguir la dirección de Jesús, el Cristo. Él dice:
“Venid
conmigo a un lugar desierto y descansad un poco” (Marcos 6:31);
“Procura
vivir en silencio” (I Tesalonicenses 4:11.);
Entonces ora en secreto, a solas y en silencio.
Elige un
lugar tranquilo donde no te molesten. Lo mejor es que puedas proteger tus
sentidos de la mayor cantidad de estímulos posibles. Es mejor hacer la Oración de
Jesús por la mañana temprano, antes del amanecer, cuando la mente está en
reposo y libre de distracciones, el cuerpo está relajado y hay poca actividad
que perturbe la concentración. Para algunos es mejor la tarde o las primeras
horas de la noche, y otros reservan un tiempo tanto por la mañana como por la
noche para su práctica con la Oración. Lo importante es hacerlo a diario, sin
faltar un día. Una práctica diaria de 30 minutos al principio y al final del
día es una buena regla de oración, pero podemos empezar con menos y aumentar
gradualmente el tiempo.
El origen del cordón de oración se atribuye a la época de la fundación del monacato cenobítico. San Pacomio el Grande (siglo IV) fue quien lo introdujo como forma de ayudar a los monjes analfabetos a cumplir su regla de oración diaria. Desde entonces, la cuerda de oración ha ganado popularidad en el monacato oriental, y ha sido de uso común entre los cristianos.
Este cordón de oración se entregaba a los novicios para el ejercicio continuo de la Invocación del Nombre del Señor. Los novicios se ejercitaban durante una temporada designada por su staretz (maestro o padre espiritual), en la repetición de la Oración de Jesús.
Según el número de repeticiones alcanzado por el
joven aspirante, su Maestro “imponía” un nuevo aumento del número de
repeticiones hasta obtener de su joven discípulo la experiencia continua de la
presencia del Señor a través de la repetición de la oración.
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